sábado, 12 de junio de 2010

Fly me to the moon.

Antes, la publicidad de las aerolíneas hacía especial incapié en lo seguro, agradable que era volar en un entorno familiar, pintando escenas que hoy se antojan surrealistas; un niño al que se le saltan los ojos al ver la bandeja de apetitosa comida que le traen, botellas de Champagne, las atentas azafatas siempre sonriendo, sirviendo más cafe o ahuecándote la almohada y el capitán, que en cualquier momento podía pasarse a arroparte si te quedabas apaciblemente dormido.



Eran las azafatas, bellas señoritas siempre sonrientes, eran gran parte de la imagen pública de la compañía y la cara amable que entraba en contacto con el cliente. Hasta principios de los años 60 se buscaba en ellas una imagen elegante, a lo Jacqueline Kennedy, atractiva pero siempre recatada.En los años 60, con la proliferación de los viajes de trabajo realizados por ejecutivos, predominantemente hombres en clase “business”, las aerolíneas se esforzaron en que pareciera que subir a un avión fuera como entrar en la mansión de Hugh Hefner, con azafatas recién salidas del Playboy.
Nicholas Ghesquiere para su resort en Balenciaga ha tomado a estas mujeres como modelo para sus prendas y perfectamente cualquiera de los looks de esta colección podrían vestir a las azafatas de cualquier compañía.




Balenciga Resort 2011


Catch me if you can,Steven Spielberg,2002.


Balenciga Resort 2011

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